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El Agro-pastoralismo

Para entender el agro-pastoralismo no podemos  simplificarlo. Es verdad, nuestros precursores modificaron la naturaleza, la han “hecho a su mano”: los monjes desbrozaron, delimitaron, cultivaron, y sus fieles siguieron sus enseñanzas. Así pues, la naturaleza no es “virgen”. Sí, pero veamos : a lo largo de los siglos, el terreno ha vuelto a su equilibrio fundado en la actividad humana, equilibrio meticulosamente preservado hoy por un trabajo diario y basado en las enseñanzas transmitidas de generación a generación. A veces, una ola de “naturalismo novelesco” afluye, y preconiza de repente una vuelta a los orígenes, o al menos tal y como los imaginamos.

¿Habrá entendido el hombre, en estos últimos años, que cuando se rompe el equilibrio bioclimático, de la forma que sea, creamos un encadenamiento que lleva, la mayoría de las veces, al desastre?

“Nuestro” agro-pastoralismo se diferencia por tres rasgos principales:

  • una agricultura esencialmente dirigida hacia la creación de forraje;
  • una ganadería extensiva practicando la trashumancia;
  • una necesaria conservación del bosque y de las vías de acceso a los veraneros.

Dejemos a un lado una de estas tres características e intentemos imaginar…

¿os vienen a la mente bellas imágenes de selva salvaje? Error… Si el agro-pastoralismo desaparece, no es la selva la que ganará. Son las zarzas, las malezas, o mejor dicho, las barreras. Por cierto, las franjas forestales y los espacios rocosos persistirán: pero nadie podrá verlos porque será casi imposible llegar hasta ellos, a no ser acompañado por un vehículo especial!